"Madurez: la sobriedad de ser feliz"
- Karen Avila Dinamarca
- 8 abr
- 2 Min. de lectura
La madurez psicológica no se mide por la edad, sino por la capacidad de habitar la vida con plenitud sin necesitar destruirse para sentir que se existe. En un mundo que glorifica el exceso —donde "divertirse" equivale a emborracharse, donde la conexión humana se reduce a selfies en fiestas—, elegir la sobriedad parece una herejía. Pero hay una verdad incómoda: la euforia artificial siempre termina en vacío.
La psicología humanista (como Carl Rogers o Viktor Frankl) nos recuerda que la felicidad auténtica nace de la coherencia entre acciones y valores, no de la huida hacia estímulos externos. Madurar es dejar de buscar fuera lo que solo puede encontrarse dentro: el alcohol no cura la timidez, las drogas no llenan el aburrimiento existencial, y los likes en redes no sustituyen el amor propio.
La espiritualidad —libre de dogmas— también ofrece claves: el budismo habla del "camino medio", Nietzsche de la "voluntad de poder" como dominio sobre uno mismo, y los estoicos de la libertad que surge al controlar lo que depende de nosotros. La verdadera rebelía no es decir "sí" a todo, sino aprender a decir "no" a lo que nos empequeñece.
¿Significa esto renunciar a la diversión? Al contrario: es descubrir que hay alegrías más intensas y duraderas. La creatividad, el silencio que permite escucharse, la complicidad en una conversación a las 3 a.m. sin necesidad de estar ebrios, el éxtasis de un atardecer o la satisfacción de crecer sin autosabotearse.
La madurez es, en el fondo, el privilegio de no necesitar máscaras para sentirte vivo. Y quizá, el acto más revolucionario en una sociedad adicta al ruido y al consumo, sea atreverse a estar sobrio —en cuerpo y alma—.

"La verdadera ebriedad no está en el vino, sino en la libertad de no necesitarlo."
Esta frase condensa la paradoja de la madurez: mientras la sociedad asocia el éxtasis con lo externo (alcohol, fiestas, estímulos fugaces), la plenitud auténtica surge de la soberanía interior.
Desde la psicología (Viktor Frankl): El vacío existencial no se llena con distractores, sino con significado. Quien depende de sustancias o fiestas para "sentir" confunde la anestesia con la vida.
Desde la filosofía (Epicteto): La libertad radical es dominar los propios deseos, no ser esclavo de ellos. La sobriedad es el lujo de quien ha vencido la necesidad de evadirse.
Desde lo espiritual (Buda): El "camino medio" enseña que ni la abstinencia ascética ni el exceso hedonista conducen a la paz, sino el equilibrio consciente.
Es una provocación elegante: invita a cuestionar si lo que llamamos "diversión" es realmente alegría... o solo miedo a estar presentes en nuestra propia existencia.
Comments